Las palabras no son inocentes –

Pueden ser fugaces y rápidas como el viento, pero dejar las huellas de un huracán, 

Pueden construir o destruir una ilusión en un segundo. 

Pueden estimular o desmotivar a una persona. 

“Pueden llevar alegría o tristezas. 

Están ahí para enaltecer o hundir. 

A veces no da lo mismo una palabra que otra, por mucho que el diccionario nos diga que son sinónimos. 

Las palabras pueden ser objeto de apropiación indebida y en vez de decir lo que significan puede inducir a errores. 

Con su uso incorrecto los discursos pueden cometer crimen de lesa. verdad al manipular las palabras, forzándolas a ir más allá de la idea que ellas connotan. 

Las palabras no son adornos, son los materiales de nuestro pensamiento. 

Decía Kapuscinski: que el comienzo de las guerras no lo marca el primer disparo con un arma de fuego sino el cambio del lenguaje. El lenguaje del odio llega antes que las bombas. 

 Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos. 

 Las palabras no son una cosa inerte, de la que se pueda disponer como a uno le venga en gana.

Hay que decirlas y pensarlas de forma consciente. No hay que dejar que salgan de la boca sin que antes suban a la mente y se reconozcan como algo que no sólo sirve para comunicar.”

 José Saramago

Existe una idea generalizada de que los discursos no tienen peso en las personas. Que los hechos son los que cuentan, la palabra se subestima: “hechos no palabras”, “a las palabras se la lleva el viento” y más expresiones así podemos escuchar con frecuencia. Pero no es cierto. Las palabras tienen un efecto en nuestro cerebro que, a su vez, conduce a una acción.

En la investigación de la psiquiatra Allia Klein se encontró que existe un aumento de la actividad de la amígdala, así como una mayor liberación de hormonas del estrés ante una palabra con una carga  emocional negativa. También mostró la investigación que procesos cognitivos como la lógica, el razonamiento y la comunicación se ven gravemente perjudicados con palabras con carga emocional negativa.

Las palabras y los pensamientos generan emociones que activan el cerebro y se esto se manifiesta en el comportamiento. Por eso no es de extrañar que existe una relación entre algunos rasgos del carácter de las personas y su forma de escribir. En una investigación de la universidad de Texas se confirmó esto analizando el contenido de 700 blogs; por ejemplo: las personas que se presentaban como más afables utilizaban menos groserías.

Existen muchas investigaciones que han demostrado el impacto tanto positivo como negativo de las palabras, sobre todo las que tienen una carga emocional. Por eso es importante que tengamos consciencia de lo que decimos, de lo que escribimos y sobre todo ¿qué efecto queremos causar en los demás? Cuando escribimos enojados y llenamos de groserías una publicación en redes sociales ¿queremos generar empatía? ¿O solo nos estamos desahogando sabiendo que nuestras palabras causarán un efecto que en los demás y no nos importa?

Ahora que estamos en un mundo polarizado las palabras y los mensajes tienen una importancia mayor. Mientras más carga emotiva negativa tengan nuestras palabras mayor será el efecto de polarización: los que coinciden con nosotros se sumarán a la emoción que expresamos con facilidad. Frustración, enojo, impotencia, etc. Pero también los que no coinciden con nosotros estarán un paso más lejos con cada palabra y mientras más agresiva sea, más largo será el paso.

Pensar que un gobierno no entiende que sus palabras dividen es ingenuo. El mismo Andrés se siente cómodo insultando, provocando y difamando todos los días. Hoy ya no basta con contestar y señalar, no basta porque estamos simplemente jugando su juego de polarización. Hoy se requiere cambiar el lenguaje: las palabras.

Si bien he escrito muchas veces que no somos oposición los que no estamos en un partido político (y no lo somos) las personas que todavía están dispuestas a votar por Morena en 2021 consideran nuestros mensajes como parte de lo quiere transmitir esta posición: somos mensajeros de las propuestas.

Por eso hoy escogí este tema. Pensemos que los votantes son nuestros amigos, con algunos nos llevamos de maravilla y con otros hemos perdido la amistad por diferencias. A esos que hemos perdido los queremos recuperar. Empezaríamos nuestro camino para recupérelos diciéndoles:

“Mira estás muy pendejo, pero voy a recuperar tu amistad”.

Nuestras posibilidades de recuperar esa amistad, con esas palabras son casi nulas. Sin importar por qué estamos enojados, o si fuimos muy buenos amigos, las palabras que ofenden se quedan y cierran puertas.

¿Queremos de verdad que el 2021 Morena  obtenga la menor cantidad de votos posibles? Comportémonos como conciliadores con los posibles votantes, difundamos mensajes, opciones viables y no ofensas que separan y polarizan. Es momento de actuar y tenemos en nuestras palabras el arma más poderosa porque, los pensamientos no se transmiten solos y a las palabras no se las lleva el viento, se quedan y se quedan para siempre: en forma de huella o de huracán.

Tú decides.