Te tengo que contar algo pero creo que no me vas a creer. Así que necesito que hagas algo que seguramente has escuchado muchas veces pero no terminas de entender. Hoy lo harás. Abre tu mente.

Siéntate y escúchame.

En casa de mis papás hay un espejo. Es un espejo de herrería que podría pasar desapercibido; de hecho, estoy segura que para casi todos los que llegan a la casa así es, pero a mí siempre me ha llamado mucho la atención.

Hace unos meses miraba cómo las imágenes que reflejaba desde diferentes ángulos cambiaban. Me senté un rato enfrente de él pensando que los espejos son místicos por algo. Hay cuentos y leyendas de ellos. Los usan en las ferias y en los Palacios, porque apelan a un pecado capital: la vanidad.

Pero también nos permiten vernos, ¡sí vernos!  ¿No es un poco ridículo que no nos podamos ver a nosotros mismos?. Podemos ver todo lo que nos rodea, pero no se nos dio la capacidad de vernos y reconocernos a nosotros mismos: hemos tenido que descubrir los espejos.

Después de unos minutos de divagación frente al espejo me paré y lo toqué sabiendo lo que iba a pasar. Podía entrar al espejo. En ese momento pensé que estaba soñando, que seguramente había visto alguna película en donde esto sucedía y mi mente lo traía a mi sueño. Pero era tan real, que dejé de cuestionarme y comencé a observar. Estaba del otro lado del espejo y podía verme. Me veía caminar hacia el espejo. Frente a él yo, hace unos años, me acomodaba el fleco, hacia unas caras me volteaba y desaparecía.

Traté de adivinar qué año sería. Así que perseguí mi imagen mientras se alejaba. Los zapatos son la clave. Los zapatos que utilizo para estar en casa terminan deshechos en lapsos cortos de tiempo. Simplemente no sé caminar y me percaté viéndome hacerlo de espaldas. Mmm eso debe de haber sido unos 22 años atrás. De repente en la escena aparezco nuevamente, esta vez estoy totalmente despeinada. Me asomo en el espejo, sonriente, al tratar de peinarme puedo ver que traigo un anillo de compromiso y lo veo. ¡Wow! eso sí sé el día exacto el año exacto. Me volteo y traigo un mechón despeinado. Reacciono sin pensarlo y estiro la mano para acomodarlo.

Espera. ¿Qué pasa? me salí del espejo. Ya es tarde y estoy cansada, todavía tratando de entender si es real o un sueño lo que está pasando, por lo que decido irme a acostar y descubrirlo otro día.

Sucedió algunas veces más. Hasta hoy. Hoy entré al espejo y entendí que los espejos solo son el símbolo. Tenemos las herramientas suficientes para vernos. Pero vernos no solo físicamente: vernos hacia el interior. Continuamos viendo a los demás. Definéndonos a través de los demás. Criticando, juzgando, analizando a los demás.

He decidido entrar nuevamente y te lo tenía que contar porque, esta vez, no voy a regresar. He encontrado el secreto de los espejos y se me ha dado la opción de estar una vez más aquí para contarle a alguien cuál es ese secreto a cambio de quedarme atrapada en el espejo por siempre.

No lo desaproveches, va mi vida a cambio.