Entra como siempre a mi cuarto: de noche, despacio, sin prisas. Me toma la mano derecha, como todas las noches: firme pero gentil. Cuando esto termine estoy segura que lo voy a extrañar. Lo miro y sonríe.

  • Lo vamos a hacer diferente hoy. Primero la voy a bañar.

Quién soy yo para negarme.

Me lleva hasta el baño, me desata la bata, me pasa la esponja por todo el cuerpo, me gusta cuando lo hace en la espalda, no lo veo. Sabe cómo me gusta el agua, parece que él la disfruta también así: le calienta las manos. Es tan tierno.

  • Creo que hoy quedó mejor que nunca, señora bonita.

Sonrío, no sé qué gusto tiene por verme limpia, alguna obsesión.

  • Ahora sí a lo nuestro señora mía.

Esto va a doler. Voy a tratar de concentrarme solo en él. Tiene unas pestañas perfectas, cómo no me había dado cuenta, después de tantas noches.

Auch, no duele, no duele, sus pestañas son: p e r f e c t a s.

  • Lo hago lo más despacio que puedo. No se ponga tensa señora mía, pasará rápido y usted y yo cenaremos como todas las noches.

Me acaricia el pelo. Desde el lugar en donde sus dedos tratan de hacer un pequeño masaje para tranquilizarme hasta la punta de los pies lo siento: quema, arde, duele; por momentos se va y siento una enorme felicidad, pero vuelve. Me toma la mano, la aprieta fuerte igual que yo, está por terminar. Lo sabe, siempre me toma la mano al final.

De pronto otra vez todo está oscuro. Ya no me espanta. Mi cuerpo reacciona, no sé si al dolor o al alivio cuando se detiene.

Como todas las noches me acaricia la mejilla para regresarme a la realidad.

  • Señora bonita terminamos. ¿Verdad que no estuvo tan mal?. Creo que le está tomando el gusto a mis visitas.

Sinvergüenza si sabe perfectamente bien que es lo mejor que tengo, lo espero en estas cuatro paredes, con ansia, aunque sean unos pocos minutos los que me dedica.

  • Señora bonita, es tiempo de cenar. Le traje langosta y algo de vino, sus favoritos.

Tiene sentido del humor. Qué sueño, se me cierran los ojos, ya no lo escucho.

Otra vez está todo negro, pero no siento su mano en mi mejilla. Lo escucho a lo lejos, no está solo.

  • Ángel, ¿es tu paciente de la 242 a la que tengo que recoger?
  • Sí, murió hace rato después de su tratamiento, ya está lista para que te la lleves.
  • Qué pena, ¿llevaba meses en coma?
  • Desde que llegué a trabajar aquí.
  • Bueno, me la llevo. Buen día.
  • Buen día para ti también Esteban.