“Si le dices a la gente lo que tiene que pensar, los pierdes. No les gusta que los sermoneen. Pero si les dices qué tienen que sentir, son tuyos”.

En un país con tantos conflictos, en una sociedad con tantas carencias, se deja de pertenecer. México en algún punto dejó de ser esa cuerda invisible que nos unía a todos; esto abrió las puertas a la polarización y una parte encontró un sentimiento de pertenencia en un proyecto: en un hombre.

El sentido de pertenencia nos hace sentirnos más seguros en un mundo, en un país, plagado de inseguridades.

Y ahí está la clave: es un sentimiento.

No se puede explicar ni desechar con hechos, con números. Menos con descalificaciones: aquel que pertenece o cree pertenecer a un grupo, lo defenderá por lo que representa, pero sobre todo por lo que lo hace sentir.

La política del siglo XXI está dominada por la post verdad (la priorización de las emociones sobre los hechos a la hora de comprender la realidad) y los desórdenes informativos  (fake news, desinformación, deep fakes). Ya no importan las cifras, los datos duros, en la nueva era de la post verdad lo importante son los sentimientos: lo que siento moldea mi realidad, la crea.

El reto en este mundo de post verdad para los políticos no es tener el argumento más lógico, no; no son las promesas de campaña, ni siquiera los resultados de los que ya gobiernan, hoy lo importante es lograr un sentido de pertenencia en las personas. Eso hace las hace sentir orgullo y les da valor como individuos, les da seguridad y autoestima.

La mejor manera de hacerlo, aunque parezca increíble, es polarizando. Perteneces a este grupo o al de enfrente. A los buenos (nosotros) o a los malos (los otros). Dividir, genera también pertenencia, ya no somos todos, ya no somos mexicanos. Ahora somos etiquetas de grupos, de preferencias, de gustos, de colores de piel, etc.

En la medida en la que te etiquetes y etiquetes a los demás, en la medida en la que descalifiques, tomes posiciones absolutas, te polarices… en la misma medida, la sociedad pierde su fuerza, su peso: su valor. Seamos más inteligentes y más tolerantes. Nuestros amigos, los amigos de nuestros amigos, no son nuestros enemigos solo porque en algún tema no coincidimos. Todos: blancos, pobres, gays, calvos, católicos, etc, etc, etc. tenemos cosas buenas y malas. Pero vivir divididos, más divididos, condenados a buscar a las “piezas semejantes” a nosotros será la forma más complicada, solitaria y triste de vivir.

“No digas a la gente qué creer, dile qué sentir.”

Recuperemos el valor, el justo valor de las cosas, de los argumentos, pero sobre todo: de las personas.

Recuperémos México. Te propongo que no dejes que te etiqueten, te dividan y te polaricen. Cada vez que alguien lo intente, dile: yo soy mexicano. Y hazlo con orgullo, porque este país es mucho más que un grupo de políticos tratando de poner etiquetas que polaricen para poder beneficiarse de ello.