—¡Llévelo, llévelo!

Me acerqué al señor que aparentemente vendía algo, pero con una gran duda: ¿qué vende? No parecía tener mercancía alguna ni letrero que describiera sus servicios.

Así que le pregunté.

—Vendo sueños, vendo vidas.

—Eso no es posible, usted lo sabe.

—Hagamos la prueba por cinco pesos. Piense en la vida que siempre ha querido, en ese sueño que todas las noches la hace suspirar.

No tenía nada que perder, y la simple idea de convertirme en una gran cantante de ópera y caminar por las calles de Viena de la mano de Carlos, mi amor imposible, valía los cinco pesos.

Saqué una moneda de mi bolso y la extendí en la palma para que la tomara. El hombre me tomó la mano y la apretó fuerte.

Me desperté en el suelo; creo que algo me golpeó en la cabeza. Escucho la voz de un hombre.

—Mi amor, te estaba esperando en el coche. El chofer llegó por nosotros, vámonos que tenemos que llegar al aeropuerto para ir a Viena.

¿Carlos? Era Carlos. ¡Funcionó! Me levanto velozmente para tomarle la mano, pero alguien más lo hace. Es una mujer que se parece a mí. ¿Por qué alguien está en mi cuerpo?

—Carlos, déjame despedirme de este hombre. Dice que vende algo, pero no sabe qué. Me paré unos segundos a darle algunas ideas: sueños, venda sueños y vidas.

Se me acerca al oído y me dice:

—A mí me funcionó. Tardó una eternidad, pero funcionó.