Estoy dormida, estoy soñando. Hay muchas voces.

No, no estoy dormida. No estoy soñando. No puedo moverme; mi cuerpo no reacciona, no me obedece.

—Hola, señor. ¿Me escucha?

Parece que solo yo puedo escucharlos. La luz es tan fuerte que no alcanzo a distinguir dónde estoy. Huele a hospital. Hace frío. Estoy desnuda y, sí, creo que estoy en una plancha de cirugía.

—¿Es este un hospital?

Es duro y frío; tiene que ser metal. Puedo mover un poco los dedos de los pies y las manos: definitivamente estoy en un quirófano. Son inconfundibles.

—Comencemos con la autopsia.