La fiesta en el Castillo de Chambord estaba en su mejor momento, las risas y la música alegraban los pasillos. Sophie se sentía un poco abrumada por el bullicio, pero la manera en que Olivier la miraba desde el otro lado del salón mantenía sus pensamientos centrados en él. Esa mirada cómplice siempre había sido suficiente para ella.
Sintiendo la necesidad de un respiro, decidió salir un momento al aire libre. Justo cuando iba a hacerlo, Étienne, un amigo en común, la detuvo.
—¿Ya te vas, Sophie? —le preguntó con una sonrisa que parecía relajada, aunque su tono sugería algo más.
—Solo necesito un poco de aire —contestó ella, con una leve sonrisa.
Étienne asintió, pero entonces añadió:
—Olivier me pidió que te dijera que subieras a la terraza. Te está esperando allí.
Sophie lo miró, sorprendida. No recordaba haber planeado encontrarse allí, pero confiaba en Étienne. Él siempre estaba enterado de todo.
—Puedes tomar la escalera de doble hélice —le dijo, señalando la famosa estructura de piedra que atravesaba el centro del castillo—. Es más rápido.
Con el corazón latiendo con fuerza, Sophie accedió. La emoción y la curiosidad la hicieron subir sin cuestionar más. La escalera de Chambord siempre le había parecido una maravilla, pero esa noche no podía distraerse con sus detalles. Subía con determinación, aunque algo en el ambiente la hacía sentir una creciente ansiedad.
A medida que subía, notó una sombra en el tramo opuesto de la escalera. Era Olivier, subiendo al mismo ritmo que ella. Lo veía a través de los huecos de las pequeñas ventanas, pero a pesar de estar tan cerca, sentía que estaba fuera de su alcance. Sophie lo llamó, pero la piedra amortiguó su voz. Olivier no parecía escucharla. Seguía subiendo, sin detenerse, sin darse cuenta de que estaban separados.
Sophie aceleró el paso, el eco de sus zapatos resonando en la espiral de piedra. Pero cuanto más rápido iba, más sentía que algo estaba mal. El destino parecía burlarse de ellos, alejándolos con cada escalón que subían.
Finalmente, llegó a la terraza. Miró alrededor, esperando ver a Olivier, pero no había rastro de él. El aire fresco la envolvió, y de pronto todo el castillo se sintió vacío. Se sentó a esperar.
Unos minutos después Étienne apareció en la terraza detrás de ella, su rostro inexpresivo.
—¿Dónde está Olivier? —preguntó Sophie, el miedo apoderándose de su voz.
Étienne suspiró, observándola con una mezcla de compasión y resignación.
—Ya no lo verás, Sophie. Se fue.
Sophie lo miró, incapaz de comprender.
—¿Qué quieres decir? —exigió, la desesperación creciendo dentro de ella.
Étienne bajó la mirada por un momento, como si no quisiera decir lo que venía después.
—Él no sabía que subiste por la otra hélice. Esperó, pero al no verte, pensó que no vendrías —explicó con voz suave—. Se fue triste… con un anillo de compromiso en el bolsillo, uno que pensaba darte a ti. Pero ahora… será para alguien más.
El mundo pareció detenerse. Sophie sintió que la terraza giraba bajo sus pies. No podía ser. No podía perderlo así, no cuando todo había estado tan cerca.
Étienne continuó, casi en un susurro.
—¿Sabes? La escalera es una obra maestra de Leonardo da Vinci. Dos tramos de escalones, como dos hebras de una hélice, suben al mismo tiempo, pero nunca se cruzan. Así es como funcionó esta noche. Tú subías, él también… pero en direcciones opuestas.
¿Es de un libro? Quiero saber más, parece que ése etienne trae una agenda oculta
Es un cuento corto, en realidad escribo cuentos así, con finales abiertos ;)
Nice panzón.
¡Muchas gracias!
Vane, es un excelente cuento.
Saludos.
¡Muchas gracias!
Haces todo bien . Increíble
Gracias por todo lo que compartes . Eres grande y Panzón .
Ay qué lindo, pero no, hago muchas cosas mal ;)