Hace muchos días que no escribo. La vida diaria aún en cuarentena nos llena de actividades y nos roba un poco la inspiración. Pero hoy me acordé de alguien: Michael Schumacher.

A tres personas que admiro profundamente: Marco Tolama, Luis Manuel López “Chacho” y David, mi hermano: el tonto.

Crecí en una casa en donde los fines de semana eran 100% deportivos. Mi papá nos despertaba a las 6:00 am para ir al club. Él jugaba golf a esa hora, David y yo nos divertíamos con los amigos en las canchas de Tenis, la alberca o calentándonos (literal) las pompas en la estufa de la cafetería porque, a esa hora, helaba. Regresando a casa veíamos el fútbol, baseball, americano o lo que hubiera en la tele. Acción, Los Protagonistas y muchos otros programas de análisis deportivo eran parte de la rutina dominguera.

Con los años David descubrió su gran talento en el golf y su gran, gran pasión: el automovilismo.

Nunca corrió ni creo que le gustara la idea, a él le gustaban los coches, tanto, que su primera palabra no fue mamá ni papá fue: “atam”. Así le decía a las llantas de un cochecito que tenía y al que amaba golpear hasta que quedaba en pedacitos, para luego volverlo a armar.

¿Qué es lo que te gusta de la F1?

Fue un primero de mayo, sentada en la sala de tele de la casa de mis papás, que descubrí de la peor manera a Schumacher: el día que murió Senna. Creo que fue también ese día el que comencé a ver las carreras por gusto. Si me preguntan ¿qué es lo que te gusta de la F1? solo puedo contestar una cosa: la pasión.

Una pasión contagiada, porque durante muchos, muchos años, a partir de ese día que pude ver la pasión de David, la tristeza con la que vivió cada segundo de la transmisión de ese día, decidí acompañarlo en su pasión.

Es la fecha en la que no sé nada de chasis, ni de llantas, soy una fan muy, muy mala. Hasta me da pena que me pregunten, porque yo en este tema hablo con desconocimiento completo y con todo el corazón. Desconozco cómo funciona la computadora de un carro normal, ni siquiera sé cuando tengo que hacerle la verificación al mío, menos, mucho menos sé qué pasa en una carrera de Fórmula 1 más allá de lo que me hace sentir. Yo me emociono, grito y también lloro a veces, porque desde hace cinco años veo las carreras sola. A veces con mi papá que no habla ya mucho durante las carreras, solo cuando algo le recuerda a David. Pero nunca volvieron a ser lo mismo.

Año Nuevo

Era diciembre de 2013, estábamos en San Antonio para pasar Año Nuevo con una tía, cuando nos enteramos del accidente de Schumacher. David no podía caminar muy bien, le dolían los pies, así que se pasaba más tiempo en el cuarto del hotel que los demás. Así se enteró. Tenía poco más de un mes que le habían dado 12 meses de vida, casi le atinaron, fueron 13.

David estaba muy impresionado con el accidente de Schumacher, escuchó a los neurólogos con la misma atención que escuchaba a los suyos. “Qué triste que se quede en una cama de por vida” decía. Lo tratábamos de convencer de que se iba a componer, igual que él. Pero no, fue un año lleno de hospitales y cirugías. Así como Schumacher, David vivió un 2014 luchando por su vida. Al final, David murió en enero de 2015. Schumacher sigue sin aparecer en público y nadie sabe exactamente cuál es su estado de salud. Solo sabemos que no es lo suficientemente bueno como para aparecer en los medios. A mí pensar en él me recuerda siempre ese Año Nuevo y en ese primer día que lo vi en una carrera. Fue él el que venía detrás de Senna y el mejor testigo de lo que es morir con la pasión de hacer lo que más te gusta.

Y por más triste que parezca mi historia en realidad no lo es. David tenía talento para tantas cosas, era impresionante, pero también tenía un carácter terrible y una visión fatalista de la vida. Pero lo que nunca, nunca podremos olvidar los que convivimos con él es su pasión por los coches. Difícilmente encontraré a alguien que me contagie a tal grado que me haga preguntarme ¿y yo por qué estoy viendo esta carrera si ni siquiera sé si estos coches usan gasolina? y dos minutos después gritar de la emoción con un rebase. Como si se me fuera la vida en ello.

*Es y será el tonto porque solo un tonto se va de esta vida tendiendo tanto que dar. (Además él me decía taras, se lo merece)

Te extraño tonto.